Curiosidades

Alebrijes: cuando los sueños se vuelven arte.

Los Alebrijes nos son tan familiares que pareciera que han estado siempre entre nosotros, que su origen se remonta a tiempos indígenas, pero no es así.
Serie de alebrijes

Alebrijes (1)

Hay sueños que se hacen realidad, que se materializan aquí, en el mundo que conocemos. Y al parecer eso es lo que ocurrió con los alebrijes: figuras insólitas y coloridas que, probablemente, sean uno de los símbolos más distintivos de la artesanía mexicana.

Y nos son tan familiares que pareciera que han estado siempre entre nosotros, que su origen se remonta a tiempos indígenas, pero no es así. Existen varias historias que hablan de su invención, aunque es una la que destaca en el imaginario colectivo: la que nos lleva al año 1936 en la Ciudad de México.

Origen

Pedro Linares López era un artesano cartonero bien conocido en la zona de La Merced. Su gran experiencia en la fabricación de “Judas” (las figuras de cartón quemadas con pirotecnia en los festejos religiosos de semana santa), lo tuvo siempre atendiendo encargos, como los que hacía la droguería Bustillos de la calle de Tacuba, que le encargaba 20 Judas cada año, o incluso para célebres personajes como Frida Kahlo o Diego Rivera, quien afirmaba que nadie más que él podía realizar las extrañas figuras que él le acostumbraba pedir.

Artesanía de Alebrije Mantis
Alebrije Mantis

Pero un día, a la edad de 30 años, Pedro enfermó por una úlcera gástrica y quedó tendido en cama delirando…y soñando un mundo fantástico. Sumergido en un sueño profundo, Pedro se vio a si mismo en un lugar apacible cubierto de nubes, rodeado de árboles, rocas y animales que no podía distinguir.

No sentía dolor, sino calma. Caminaba allí feliz, cuando de pronto las nubes se transformaron en extraños animales, ajenos a cualquier especie conocida: un burro con alas de mariposa, un gallo con cuernos de toro, un león con cabeza de águila y muchos más, todos gritando una sola palabra cada vez más fuerte: “¡Alebrijes! ¡alebrijes!”.

Pedro corrió por un camino de piedras hasta encontrar a un hombre que caminaba tranquilamente y a quien pidió ayuda. “Tú no debes estar aquí todavía” – dijo el hombre, quien señaló el camino por el que Pedro debía seguir. Llegó hasta una ventana estrecha a través de la cual pudo escabullirse, para entonces despertar en su propio velorio, donde la familia rezaba ante lo que creyeron era un destino inevitable. Nadie pudo procurarle atención médica, pero para el asombro de todos el artesano se levantó completamente curado. El resto, como se dice, es historia.

Desde entonces don Pedro Linares se dedicó a moldear y pintar aquellas criaturas que vio en su sueño para darlos a conocer a todo el mundo. No tardaron en surgir artesanos que comenzaron a elaborar sus propias figuras que, si bien pudieron ser en su momento imitaciones, a la postre sirvieron para arraigar una nueva tradición artesanal que significó para don Pedro el mayor de los halagos: todos conoceríamos a esas curiosas figuras como alebrijes.

¿Y qué con los alebrijes de Oaxaca? Vayamos a la región de los Valles Centrales, donde existen dos poblados con una fuerte tradición artesanal que se remonta a los tiempos zapotecas y mixtecas: San Antonio Arrazola, a 10 kilómetros de la carretera rumbo a Zaachila en el municipio de Santa Cruz Xoxocotlán, y San Martín Tilcajete en el municipio de Ocotlán, a 23 kilómetros de la ciudad de Oaxaca

Se dice en Arrazola que don Pedro Linares, hace poco más de 30 años, fue de visita con unos familiares y mostró algunas de sus creaciones, siendo Manuel Jiménez, un artesano que tallaba máscaras en madera de zempantle, quien decidió crear alebrijes siguiendo su propia técnica de trabajo: iguanas transformadas en armadillos o dragones coloreados como el arcoiris. Sin embargo en Tilcajete dan una explicación diferente: un artesano del poblado simplemente constató que los alebrijes eran piezas que se vendían muy bien, por lo que comenzó a elaborar los propios pero con madera, un material de gran tradición artesanal de la zona que, además, daría una gran durabilidad a las piezas a diferencia del papel o el cartón que fácilmente pueden deteriorarse.

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