Noche de Rábanos: arte efímero y tradición viva de Oaxaca
Cada 23 de diciembre, la ciudad de Oaxaca se ilumina con una de las festividades más singulares de México:
La Noche de Rábanos es una celebración, única en el mundo, combina creatividad, identidad popular y un profundo sentido de comunidad. En ella, los oaxaqueños transforman simples hortalizas en verdaderas obras de arte efímero, esculpidas con una destreza que asombra tanto a locales como a visitantes.
La Noche de Rábanos no solo es una competencia artística; es una expresión cultural que refleja la esencia del pueblo oaxaqueño: laborioso, imaginativo y profundamente enraizado en sus tradiciones. Se celebra anualmente en la víspera de Nochebuena, en la Plaza de la Constitución, frente a la Catedral de Oaxaca, y atrae a miles de espectadores que llegan a admirar las figuras talladas en rábanos, flor inmortal y totomoxtle (hojas secas de maíz).
Orígenes de una tradición centenaria
El origen de esta peculiar festividad se remonta al siglo XVI, poco después de la llegada de los frailes dominicos y de los primeros huertos europeos al Valle de Oaxaca. Los misioneros introdujeron diversas hortalizas, entre ellas el rábano, que se adaptó fácilmente al clima templado de la región. Con el tiempo, los campesinos locales comenzaron a cultivar rábanos de gran tamaño para venderlos en el mercado navideño que antecedía a la celebración de la Nochebuena.
Según la tradición oral, algunos vendedores, en su afán por atraer la atención de los compradores, empezaron a tallar figuras con los rábanos sobrantes, dando forma a animales, santos o escenas cotidianas. Aquellos improvisados escultores vegetales conquistaron al público y, hacia finales del siglo XIX, el ayuntamiento decidió institucionalizar el concurso. Así, en 1897 se celebró por primera vez la Noche de Rábanos como certamen oficial, consolidándose como una de las fiestas más representativas del calendario oaxaqueño.
La preparación y el espíritu del certamen
Lo que distingue a la Noche de Rábanos es su carácter efímero y artesanal. Los participantes —que pueden ser campesinos, artesanos, estudiantes o familias enteras— dedican días, e incluso semanas, a preparar sus diseños. Los rábanos empleados son cultivados especialmente para el evento: se siembran unos cuarenta días antes y se dejan crecer más de lo habitual, alcanzando formas y tamaños inusuales que facilitan su tallado.
La víspera del concurso, los artistas reciben sus rábanos frescos en el atrio de la catedral. A partir de ese momento, tienen solo unas horas para dar vida a sus creaciones. Utilizan cuchillos, navajas y herramientas improvisadas para esculpir figuras que pueden representar escenas bíblicas, pasajes históricos, costumbres populares, nacimientos o leyendas oaxaqueñas. El resultado es una exposición de arte vegetal que combina ingenio, color y simbolismo.
Además de los rábanos, existen dos categorías complementarias: flor inmortal y totomoxtle, en las que se elaboran composiciones con flores secas o con hojas de maíz teñidas de vivos colores. Cada pieza se evalúa con base en la creatividad, la técnica y la originalidad, y los ganadores reciben premios otorgados por el municipio de Oaxaca de Juárez.
La Noche de Rábanos: una noche de admiración colectiva
La plaza principal de Oaxaca se convierte, esa noche, en un museo al aire libre. Filas de mesas cubiertas por los participantes exhiben sus obras bajo la luz de las lámparas, mientras el aroma de la comida típica llena el ambiente. Familias enteras, turistas y curiosos recorren el lugar admirando los detalles minuciosos de cada figura, muchas de las cuales representan tradiciones o personajes entrañables del estado.
El evento es acompañado por música de banda, puestos de antojitos, presentaciones folclóricas y, sobre todo, un ambiente de convivencia festiva. La Noche de Rábanos marca el inicio de las celebraciones navideñas en Oaxaca, y su magia reside en la fugacidad: al amanecer, los rábanos comienzan a marchitarse, y las esculturas desaparecen. Esa naturaleza efímera otorga al festival un carácter simbólico, recordando la belleza pasajera de las cosas y el valor del arte como expresión del momento.
Significado cultural y legado de la Noche de Rábanos
Más allá de su aspecto artístico, la Noche de Rábanos representa el espíritu colaborativo y comunitario que define a los oaxaqueños. Cada escultura es fruto del trabajo colectivo, de la transmisión de conocimientos entre generaciones y de una profunda devoción hacia las costumbres locales. Es también un reflejo del sincretismo cultural: aunque el rábano fue introducido por los españoles, los pueblos indígenas lo adoptaron y transformaron en un elemento de identidad regional.
En el contexto contemporáneo, la Noche de Rábanos ha cobrado relevancia turística internacional. Miles de visitantes llegan cada diciembre para presenciar un evento que no tiene equivalente en ningún otro lugar del mundo. Sin embargo, los oaxaqueños insisten en mantener su esencia original: una fiesta hecha por y para el pueblo, donde la creatividad se comparte con humildad y orgullo.
La Noche de Rábanos es una celebración que combina arte, historia y tradición en una sola jornada. Es un testimonio de cómo la imaginación puede convertir lo cotidiano en extraordinario, y de cómo una hortaliza puede transformarse en símbolo de identidad cultural. A través de esta festividad, Oaxaca demuestra una vez más su capacidad para conservar sus raíces mientras se proyecta al mundo con originalidad y autenticidad.
Así, cada 23 de diciembre, cuando los rábanos tallados cobran vida bajo las luces de la plaza, Oaxaca vuelve a recordarnos que el arte no siempre necesita durar para ser eterno: basta con que conmueva, una sola noche, el corazón de quienes lo contemplan.